La frase se la escuchó a su maestro de ética en la preparatoria: “Cuando el hombre conoce los valores, es innecesario enumerarle sus deberes”. Esas palabras marcarían la vida de Raúl Gutiérrez y su actuación como catedrático y funcionario de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), de la que fue secretario general en su etapa más convulsa, la transición hacia la autonomía.

El tampiqueño Raúl Jorge Gutiérrez Cerda llegó a la capital del estado en 1958, invitado por el rector Roberto Elizondo Villarreal apenas dos años después de que el gobernador Horacio Terán promulgara el decreto de creación de la Universidad de Tamaulipas.

“Era una universidad que estaba iniciando, pero con unas bases muy sólidas, con los antecedentes de la Asociación Profesional de Tampico”, explica al rememorar las condiciones en las que nació la alma máter. “Luego vino la gestión del doctor Norberto Treviño Zapata, que impulsó la Escuela de Veterinaria y la de Trabajo Social”.

Siendo secretario atestiguó el debate protagonizado por quienes querían que la sede de la Universidad se fijara en el sur y los que la querían en el centro, cuestión que debió dirimir el gobernador Praxedis Balboa. “El mandatario pudo conciliar el establecimiento tanto en el norte como en el centro y el sur; así nacieron los primeros campus en Victoria, Nuevo Laredo y Tampico”.

Gutiérrez Cerda, quien hoy atiende su notaría pública en la ciudad capital, reconoce que los inicios fueron difíciles. “El licenciado Balboa fue el constructor de la Universidad, y lo hizo sin respaldo del poder federal. Por ese tiempo se fijó un impuesto a las cuentas de banco, sobre los centavos que sobraban, pero el recurso era muy escaso. Francamente no sé cómo le hizo el gobernador”.

Pero la etapa más crítica fue el movimiento estudiantil de 1967. “Se instalaron comités de huelga en cada facultad, donde hubo líderes muy capaces y bienintencionados que luego tuvieron renombre en su especialidad”, comenta.

El movimiento concluyó con los decretos mediante los cuales se le confirió la autonomía a la Universidad, que en esa época estaba conformada por 10 facultades, 6 escuelas, 5 preparatorias, 1 instituto y 1 departamento, además de una creciente población escolar.

También le tocó vivir, un año después, el movimiento que en la ciudad de México desembocó en la masacre de estudiantes en Tlatelolco mientras que en el resto del país desencadenó una encarnizada persecución política. “Si venían a interrogarme, les respondía: Yo soy solo el secretario de la Universidad, no soy un delator”.

“A la fecha la UAT es una universidad que cumple su misión, que se ha ido organizando y expandiendo sus funciones”, dice. “A mí me queda la satisfacción de haber servido con los valores que me enseñaron. Todo lo que he hecho me ha traído tranquilidad conmigo mismo”, concluyó.