Y entonces bajo la puerta, de la misma manera que todos conocemos, vi un reflejo. Sobre la misma puerta, a los pies de nadie, estaba el recuerdo de la primera patada. Entre abierta, la puerta florece cuando alguien pasa.

Sin que se ofrezcan a nada, la puerta es una ceremonia de madera que nos celebra, un arco de triunfo, una noche con el día en la espalda.

Cuando desaparece de este mundo, adquiere la puerta otras formas. Derivados que dejan pasar a las personas encima de una caja, hurgando un librero, adentro de un sarcófago.

La madera era puerta antes de conocer a los rufianes. El espacio donde la puerta se robó el aire tiene un domingo, un día entre semana para convertirse en memoria.

Según lo estipule la puerta, adentro es afuera. La casa no es nadie sin una puerta, si se cae la puerta se cae la casa, es por la puerta por donde la casa respira.

Conoce a los mayores, a los mejores, a los más grandes y más pequeños, a los más inocentes, a los más pecadores, a los ofendidos, a los misteriosos, a los más ricos. La puerta es una ruta siempre.
Un hombre debe pasar por ahí sin arrepentirse, pero puede volver y la ruta es la misma, es infinita. Todo empieza siempre a partir de una puerta, es una misma puerta, como una mano que se abre y se cierra.

La puerta se ve de lejos. En la puerta de entrada hay un perro. En el patio, un traste olvidado delata a los habitantes. La ropa limpia, al fondo, se cuelga del viento. Atrás de la puerta hay voces de la vida paralela.

Del otro lado de esa barrera la puerta es puerta como quiera. Tumbar una puerta es un delito que pega en el alma del allanamiento, la puerta cae y se incendia la casa. El humo escapa y la gente a esa hora entra y sale por donde puede.

Adentro puede haber gente que no sabe si habrá de salir o no. La puerta escucha. Alguien toca y se libera el drama. Preponderantemente la puerta es una dama. La propuesta en juego es una pequeña espera en la escalera.

Uno ignora las veces que pasa por una puerta durante la simple jornada, las veces que la toma de la chapa, la vulnera, la busca, la socaba, la pasa, la ignora, la ama, la espera, la sueña. Cuando entras, se derrumba el mito, la revelación voltea a ver a la puerta.

-Pasa, estás en la puerta, sabrás que afuera hace frío-.

Pero la puerta no se abre, doy dos pasos y empujo. Y entonces la noche me atrapa y toco tres veces. Me asomo por el pistilo de la puerta, comienzo a escribir.

HASTA ENTONCES