Dispuestos a disfrutar de dos semanas de vacaciones en la península ibérica llegamos a Madrid antes del mediodía decidiendo no descansar para dormir hasta en la noche y descartar el problema de cambio de horario. Nos hospedaron muy cerca de la estación de Atocha de tal suerte que recorrimos un corto tramo del Paseo de la Castellana y nos acercamos al museo del Prado que estaba en remodelación. Antes de lanzarnos a las calles madrileñas comimos una deliciosa paella en un restaurante casi frente a la vieja terminal ferroviaria.

El tiempo vuela cuando andas de viaje así que luego del recorrido panorámico por la capital española tuvimos otro tiempo libre. Nos ofrecían como opción ir a Toledo, pero descartamos eso porque hemos estado ahí en otras ocasiones así que buscamos la manera de visitar el palacio de Aranjuez. Nos indicaron tomar el tren de cercanías en la puerta del Sol y así lo hicimos. En menos de media hora llegamos al pueblo histórico donde está la real edificación que hace recordar las fastuosas instalaciones francesas de Versalles.

De la estación del tren de cercanías a la parte histórica caminamos un medio kilómetro y al llegar muy cerca del palacio una mujer de avanzada edad estaba cerrando la taquilla, pero accedió a vendernos boletos. Y ahí vamos trepados en el chiquitren de Aranjuez que nos llevó por las calles principales y por los legendarios jardines que llevan siglos al lado del río Tajo que muchos años fue navegable. No es extraño que para los edificios hayan traído materiales de diferentes localidades europeas, particularmente de Italia donde abunda el mármol fino y donde hubo territorios con monarcas castellanos o aragoneses.

Luego del periplo en el trenecito nos formamos para entrar al palacio y ya habíamos sacado siete euros para pagar la entrada cuando vimos un letrero que indicaba que la entrada era gratuita para profesores así que sacamos nuestras credenciales universitarias, accedimos a todas las salas, disfrutamos de la vista de objetos, muebles y pinturas de autores de fama mundial. Vale destacar que yo había estado de paso por Aranjuez en 1990 pero sólo había visto la fachada de las instalaciones. Una tarde completa en el poblado me confirmó la belleza del sitio. Hasta la comida nos pareció extraordinaria. Ya tarde regresamos al hotel.

En autobús seguimos el viaje desde Madrid hasta Santiago de Compostela haciendo la ruta del apóstol. Llegamos en un día lluvioso, pero hicimos el recorrido por el centro histórico lleno de gente ya que por la mañana hubo festejos porque se celebró el día del personaje y el día de Galicia. Pregunté cuál era el verdadero camino de Santiago y me respondieron que cuando deseas peregrinar hacia Compostela cualquier ruta es buena, es más, el camino comienza desde que sales de tu casa. Mientras estuvimos en la capital de Galicia cientos de peregrinos de distintas nacionalidades y edades llegaban a la ciudad a visitar la tumba.

Formados para estar frente al sepulcro del apóstol Santiago vimos como casi todos los que llegaban abrazaban una pequeña estatua. Siguiendo la idea de que al pueblo que fueres haz lo que vieres, le di un afectuoso abrazo mientras oraba por todos mis seres queridos. Estando en esa mística ciudad había que comer y probé con singular alegría el célebre caldo gallego. Santiago es una ciudad pequeña, apenas rebasa los cien mil habitantes, sin embargo, hay un ambiente cosmopolita por su prestigiosa universidad y por los miles de peregrinos que emprenden el camino para venerar al personaje que es símbolo de la cristiandad.

En otro momento del recorrido estuvimos en Segovia visitando el acueducto romano, admirando la estatua de la loba que, según la leyenda, amamantó a Rómulo y Remo, los fundadores de Roma. La obra es un obsequio de la ciudad eterna a los segovianos con quienes está hermanada la capital mundial del catolicismo. De ahí pasamos a Ávila, localidad amurallada donde nació Santa Teresa. En Segovia y Ávila dejaron profunda huella los famosos Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

Luego de hacer el camino de Santiago entramos a Portugal, concretamente a la ciudad y puerto de Oporto, fundado hace más de dos mil años, donde visitamos una famosa bodega de vinos donde se nos explicaron todos los procesos. La historia del vino nos permitió entender mejor la fama alcanzada por los productos ibéricos en el mundo. Subimos a un teleférico, recorrimos la ciudad en autobús urbano y disfrutamos de la deliciosa comida portuguesa. En oporto me comenzaron a salir ampollas en los pies, pero el tema se solucionó cuando mi compañera, generosamente me compró unos cómodos tenis portugueses que, para no variar, fueron hechos en China.

Nos bastaron dos días para hacer la visita a Lisboa desde donde nos desplazamos a Estoril, donde vivieron varios reyes sin corona y está el casino que ha sido escenario de algunas famosas películas. También estuvimos en Cascais y no podía faltar el recorrido por el principal castillo de Cintra que deja constancia de la antigua grandeza del imperio portugués que tuvo posesiones importantes en África (Angola, Mozambique y otros actuales países de habla lusitana). También tuvieron un gran territorio en Sudamérica pues Brasil fue la principal de sus colonias y en una etapa de la historia, Río de Janeiro fue la capital de Portugal.

Luego de la obligada visita a nuestra señora de Fátima, donde nos tocó escuchar misa, volvimos hacia España recorriendo las ruinas del teatro de Mérida que es considerada la ciudad más romana de la península. De ahí a Sevilla donde también ya habíamos estado en viajes anteriores, pero igual disfrutamos de sus museos, de sus avenidas, de sus plazas y del calorcito muy similar al nuestro. No podía evitarse la visita a la antigua mezquita de Córdoba en cuyos interiores se encuentra la catedral de esa ciudad. Como los españoles de otras ciudades, los cordobeses convivieron durante siglos con judíos y árabes.

Ya casi al final de las vacaciones de verano llegamos a Granada adentrándonos en los barrios antiguos, caminando sus calles antes del plato principal que es el recorrido por la fortaleza de la Alhambra desde donde gobernaron los musulmanes hasta que los reyes católicos (sepultados en Granada) recuperaron el territorio. A diferencia de visitas anteriores a la península, en esta ocasión, aparte de andar en grupo con otros compañeros de viaje latinoamericanos, nos dimos la oportunidad de utilizar el tiempo libro para subir a tranvías, autobuses y trenes para ver lugares que no están incluidos en las guías turísticas. Me disculpo con mis editores por dedicar este espacio a narrar parte de las vacaciones, pero me parece prudente compartir las modestas experiencias adquiridas al otro lado del atlántico.

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