El viernes platiqué con Tatiana Zorayda un buen rato; el sábado no fui a visitarla a casa de su madre donde se encontraba prácticamente recluida, desde hace varias semanas; el domingo por la mañana transitaba por el centro de la ciudad, después de ir a misa, cuando mi hija Libia Victoria me llamó al celular para informarme que su hermanita acababa de fallecer; me estremecí ante la noticia y tuve sentimientos encontrados: por un lado, me consternó la idea de perder a mi hija; por el otro, comencé a hacerme a la idea de que se había acabado al fin su sufrimiento luego de que, hace más de dos años le habían diagnosticado cáncer de mama, enfermedad que la hizo deambular durante largos meses por consultorios, laboratorios, clínicas y hospitales.

Luego de cancelar mi desayuno dominical que estaba programado en Martin´s, fui a mi domicilio para recuperar bien la respiración, me lavé la cara con agua fría y fui a la casa donde mi muchacha estaba colocada sobre la cama de sus últimas semanas en esta tierra; la abracé, no pude contener los sollozos agresivos de los hombres que casi nunca lloran, le acariciaba su brazo sano; cuando mi hija Haydeé Andrea me abrazó para pedirme que soltara a su hermanita, me resistí porque yo tenía la secreta esperanza de que aun estuviera viva y que después de ocurrido el milagro, nos regalara su risa contagiosa.

Comencé a preocuparme porque Francia Xiomara, mi hija mayor, no llegaba; yo temía que no pudiera conducir hasta donde estábamos; le hablé por teléfono y me contestó diciendo que venía en camino; yo seguía aferrado a la idea de que Tatiana despertara pero tuve que aceptar mi nueva calidad de huérfano al revés, cuando estuvieron juntas todas mis hijas, su madre, sus tías y algunos de sus cuñados; luego llegó el vehículo funerario que la condujo a la colonia Mainero donde fue velada la tarde y noche del 28 de septiembre cuando un servidor, en automático, recibí decenas de abrazos y palabras de consuelo; el lunes continuaron los momentos de apoyo a los dolientes pero yo, mientras agradecía, pensaba en el sufrimiento que pasó mi abogada con su terrible enfermedad.

Murió en domingo, el día en que Jesús resucitó; ese día cumplió años su hermana mayor con la que comeríamos al mediodía; mi muchacha fue sembrada en el panteón municipal del cero Morelos, muy cerca de su abuela Joaquina Alanís Escobedo, en un predio que está a nombre de su señora madre; para ser día hábil, el lunes parecía feriado porque un desfile de flores la acompañó en su último viaje terrenal hasta el cementerio donde fue despedida por sus padres, por su nonagenario abuelo Nicolás Jaramillo Ávalos, por decenas de tías, sobrinas, primas, compadres, ahijados; sus hermanas la acompañaron hasta el final, también sus tías Delta, Raquel, Ana María, Leticia; siempre presentes sus tías abuelas y muchísimos parientes más junto a excompañeros de estudios y amigos que vinieron de Matamoros, Reynosa, El Mante, Jaumave  y de otras localidades.

Al comprobar lo amada que fue mi muchacha comencé mi proceso de resignación pensando en el mismo camposanto que la preciosa Tati como le decíamos sus más cercanos, seguirá junto a nosotros mientras vivamos ya que simplemente fue llamada por la superioridad, por el de más arriba, para cumplir algunas funciones necesarias en la dimensión desconocida; por fortuna, sus pequeños, mi princesa Regina y el tremendo Jesusito tienen en Juan de la Cruz Ortiz un padre que, estoy seguro, estará a la altura de las circunstancias, además, cuentan con una amplia red familiar que estaremos pendientes de que tengan un desarrollo lo más sano posible.

Es casi imposible mencionar y agradecer a todas las personas, organizaciones o instituciones que se han hecho presentes en nuestro dolor, sin embargo, quiero dejar constancia de algunas de las más representativas: de la UAT (mi Alma Máter), el Secretario de Extensión y Vinculación, José David Vallejo Manzur; el titular de Comunicación Social, Omar Benito de la Fuente (acompañado de algunos de nuestros colegas); el director de la UAM de Ciencias, Educación y Humanidades, Obidio Sánchez López (con varios compañeros profesores).

Del sector gubernamental: el ingeniero Egidio Torre Cantú, el abogado Alejandro Etienne Llano, el ingeniero Homero de la Garza Tamez, el diputado Carlos Ernesto Gómez Tueme, la maestra Blanca Anzaldúa Nájera, el médico Felipe Garza Narváez, el doctor Norberto Treviño García Manso, el senador Francisco Javier García Cabeza de Vaca y muchos más.

Del ámbito intelectual y periodístico: el maestro Pedro Alonso Pérez, el maestro Gerardo Flores Sánchez, el analista José Ángel Solorio, el editor Pedro Alfonso García Hernández, el editorialista José Azpeitia González, el columnista José Inés Figueroa, la periodista Dora Alicia de la Cruz, el comunicólogo Ulises Brito Aguilar, la periodista Lupita Escobedo, la reportera Luz Martina Núñez, la periodista Benita Cruz Zapata, la reportera Rosa Zertuche Paz y muchos más; gracias.