El Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se han repartido la geografía nacional pues gobiernan las entidades federativas (solos a aliados con otras fuerzas de menos relieve como el Verde, Nueva Alianza, Movimiento Ciudadano y otros).

En la más reciente elección federal el PAN cayó al tercer lugar nacional luego de que dos de sus miembros ocuparan durante sexenios consecutivos la residencia presidencial de Los Pinos; en la actualidad, Vicente Fox Quesada es uno de los apoyadores más entusiastas del presidente Enrique Peña Nieto, y Felipe Calderón Hinojosa arrastra la cobija mendigando una diputación plurinominal para su esposa (posición que se le negó, por cierto).

El PRI se encuentra atrapado entre el asunto de Ayotzinapa y las residencias de EPN, Angélica Rivera Hurtado y Luis Videgaray Caso, cuyos abogados y voceros han logrado argumentar la legalidad de sus propiedades pero sigue pendiente justificar ante la opinión pública los excesos de los actuales gobernantes.

El PRD comparte con el PRI el desgaste provocado por el tema de los normalistas desaparecidos en Iguala y por la concentración del poder interno en un grupo desgastado que ha provocado que algunos de sus miembros más lúcidos busquen nuevos horizontes electorales.

Lo más cómodo para algunos opinadores es pedir que desaparezcan los partidos políticos lo cual suena difícil considerando que los mexicanos aun no construimos una democracia fuerte y necesitamos aún del PAN, PRI y PRD.