En el polen, en la abundante naturaleza de un pelo pequeño de espora, en el agudo margen del pico de una espina, ya en el aire transparente, en el último hueco de un instante, fortalecido, campante.
Me late que vivo en la naturaleza, más que entre la gente.

Ando en la tarde sin saber siquiera un poco de mi. De donde vengo, muchos como yo hemos llegado hasta aquí de esa manera. Ni siquiera respiro, no hay necesidad de morir de esa suerte, soy agua, escurro por debajo de un puente.

Al otro lado, la linea que enreja el extremo; y adelante, el paso que no se ha dado. No es más que un atrevimiento de mi parte. Un espejismo practicable, un tiro al blanco.

Por debajo crece la hierba en un parpadeo de la hierba. Cierro los ojos y limpio el alma. El piso, lo pienso. Esa misma carpeta enjuicia a la otra y en una hora oscurece en la palma de la mano que saludó a otra.
Hay de aquellos los lineales que llegaron antes en linea vertical y recta, justos y pecadores, llegan y encajan una bandera.

Pero como yo soy desarticulado, he llegado en partes, en ligeros temblores y breves estrofas. De repente una sinfonía de motores a gasolina todavía rae las cortinas y la economía.

Hay mucha hoja caída y siguen cayendo en grandes cantidades, pronto llenarán la plaza, rebasará las banquetas amarillentas. Tendrán que irse las fotografías. Los pensamientos recogerán las aves, pero el viento que no pase esta vez, hay mucho de lo tuyo.

Aquí vivo, pero no lo sabía. Disculpe usted la gripe, debe ser el fresno. Ni modo que el fresco. Disculpe que la ame para siempre. Le escribí aquella tarde, y la hoja ahí anda.

Si soy ese pico del cosmos, no hay mucha diferencia entre el total del mundo y yo, que apenas lo percibo. Soy el hijo mayor, el planeta es una cauda de harina, una cimentación de herida. El yo alza la mano desde los cristales de un tranvía.

Pienso en una pelota que dejé en la infancia. En la memoria torcida aun se resuelven los techos a dos aguas, el origen de la botella, en el ayer de hoy que avanza con el sol. En nosotros dos pienso.

Aquí ando en la copa de los árboles, en el estremecimiento veloz de un pájaro al escuchar un ruido. No he dormido.
Cuando duermo es por un verdadero descuido de mi parte. En un atajo siempre hay peligro, los más avezados asaltan, se levantan en armas o cavan su tumba. Desde el borde donde alguien hace una zanja, no sé para qué, nadie lo sabe, brinco y caigo del otro lado y al revés. Soy ese niño.

Pienso en este oscurecido instante en que para pisar no hay que confiarse, pienso en el país de hule, en tus manos increíbles, en tu naturaleza, en tu boca, en tu abrazadera de helio, de estopa, de flores rojas.
En las paredes hay ríos dibujados sobre el onix de ese cielo caído, cicatrices de rayos efímeros, mapas tristes derrotados por tu existencia .

Entonces en el polen, donde todo inició, explota la pompa. En un rato dejo que pase la luz y, al disolverme amanezco, en un descuido del bosque.

HASTA ENTONCES