Sudáfrica.- Desde la llegada de la democracia, Sudáfrica es conocido precisamente como “el país del arcoiris” por la convivencia entre diferentes grupos étnicos y lingüísticos en el mismo territorio dentro de una relativa paz social.

La Constitución sudafricana de 1996 puede presumir de ser una de las más progresistas en aspectos esenciales para la recomposición de un país golpeado durante siglos y décadas, incluidas las disposiciones de la no discriminación por razón de orientación sexual.

Los años siguientes a la llegada de la democracia, la comunidad LGTBI (Lesbiana, Gay, Transgénero, Bisexual e Intersexual) logró ganar importantes batallas como la derogación de la ley de la sodomía, más derechos en adopción, en asistencia médica, en asuntos migratorios, relativas al cambio de sexo, la herencia y el reconocimiento del matrimonio entre otros.

La investigadora Nomancotsho Pakade, de la organización sudafricana GALA, cuenta que las experiencias de esta comunidad han estado caracterizadas por la discriminación y la violencia a pesar de los esfuerzos de organizaciones, colectivos y ONG para erradicarlas.

Según la investigadora, el gobierno del ANC ha sido efectivo a la hora de legislar y crear comisiones que trabajan por la igualdad de género y la no discriminación, pero hasta 2011 no se ha creado un programa específico para acabar con la discriminación por orientación sexual.

La violencia contra estos colectivos concretos se da claramente en un contexto patriarcal y de violencia de género muy arraigada y presente en la sociedad sudafricana, donde los feminicidios y violaciones tienen lugar habitualmente. Según Human Rights Watch aproximadamente una de cada tres mujeres será violada a lo largo de su vida, incluida la etapa escolar. Esto sitúa a Sudáfrica como el país  (sin guerra) con más alto índice de violaciones y asaltos sexuales.

Las violaciones correctivas (violaciones a las mujeres lesbianas para “corregir” su orientación sexual) son la cara más visible y más grave de esta violencia hacia las lesbianas negras sudafricanas.

La organización GALA promueve metodologías alternativas para sensibilizar y atraer a comunidades y líderes a la participación, como el arte. Nomancotsho Pakade describe que existen además varias organizaciones sudafricanas que actúan en esta misma línea, codo con codo con organizaciones políticas y sociales. También hay artistas que trabajan desde varios campos del arte como la obra de teatro I Stand Corrected de Adebayo y Nyamza, la película Simon and I de Ditsie o la activista visual Zanele Muholi, una de las fotógrafas referentes en el país.

No podemos hablar de activismo visual en torno al colectivo LGTBI en Sudáfrica sin referirnos a Zanele Muholi, cuyo trabajo ha sido reconocido con numerosos premios internacionales, nació en Durban hace 41 años y es mujer, negra y lesbiana, lo que le dota de conocimiento de causa a la hora de retratar.